Y de repente el día se hizo gris, se fue. No volvió más, lo que si vinieron fueron mucho más días grises, días en los que nada era fácil, en los que las lágrimas dominaban mi cuerpo, días que es mejor no recordar. Pero como bien sabemos después de la tormenta siempre llega la calma y llegó.
Llegó ese día en el que por fin salió el sol, en el que me decidí a sonreírle a la vida, a llenarme de valor y olvidar esos momentos difíciles, a salir a la calle a gritar, saltar y sobre todo a comerme el mundo como nunca antes lo había hecho.
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